Este fin de semana, nuestros campos en nada se asemejaban a los de días pasados. El canto de los pájaros dejaba paso al estruendo de disparos, que comenzaron a restar vidas del monte. La berrea de los venados fue silenciada por sendientos ladridos de muerte. Ahora, entre jaras, senderos y flores los viejos cartuchos adornarán nuestra vista. Hasta cerrar la veda, la paz de nuestros violados campos será cosa del pasado. Estos meses el aire olerá a plomo y pasear por la sierra ya no es lo mismo.
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